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Investigando las tácticas actuales de los hacktivistas: un peligro para la infraestructura digital.

De la defensa de causas a la delincuencia.

El hacktivismo, que combina el hacking con el activismo, ha emergido como una fuerza importante en el ámbito digital. Impulsados por motivaciones sociales, políticas o religiosas, los hacktivistas usan diversas tácticas cibernéticas para promover sus causas, dirigiendo sus ataques a organizaciones o gobiernos que consideran opresivos o injustos. Sus habilidades técnicas les permiten abogar por cambios, abordando cuestiones que van desde la defensa de la libertad de expresión y la lucha contra la censura, hasta protestas contra violaciones de derechos humanos o discriminación religiosa.

Según un informe detallado, los hacktivistas se ven a sí mismos como activistas digitales que operan bajo principios de justicia, apuntando a entidades que consideran responsables de sus acciones. Algunos grupos se concentran en problemas locales o nacionales, mientras que otros participan en campañas más amplias que se extienden a varios países.

Entre las tácticas más comunes utilizadas por los hacktivistas se encuentran los ataques de Denegación de Servicio Distribuida (DDoS), que inundan los sitios web con tráfico excesivo, causándoles interrupciones y dejándolos inaccesibles. Además, muchos hacktivistas emplean herramientas para DDoS que incluyen estresores IP basados en la web y servicios de botnet, afectando diferentes capas del modelo de interconexión de sistemas abiertos (OSI).

La defacement de sitios web es otro método frecuente. Aquí, los hacktivistas modifican el contenido de las páginas para mostrar mensajes políticos o ideológicos, lo que, además de avergonzar a los propietarios, propaga su mensaje a una audiencia más amplia. Aprovechando vulnerabilidades como el scripting cruzado o la inyección SQL, los hacktivistas pueden realizar este tipo de ataques con relativa facilidad. Herramientas como Zone-X ayudan a rastrear y visualizar globalmente los sitios web atacados, aumentando así la visibilidad de estas acciones.

Los hacktivistas también son conocidos por sus filtraciones de datos y el "doxing", que consisten en exponer información sensible. Mediante la utilización de vulnerabilidades en bases de datos o en la seguridad de redes, logra acceder a datos confidenciales que luego hacen públicos. El "doxing" implica revelar información personal de individuos para intimidarlos o acosarlos, lo que puede conllevar graves implicaciones éticas y legales, evidenciando la naturaleza agresiva de algunas actividades de hacktivismo.

Las colaboraciones entre grupos hacktivistas están en aumento, con alianzas que incluyen asociaciones con proveedores de servicios de DDoS y otros grupos, e incluso actores de amenazas estatales. Por ejemplo, hacktivistas pro-Palestina han establecido lazos con grupos pro-rusos, mientras que hacktivistas indios colaboran con sus contrapartes nepalíes, facilitando ataques coordinados a gran escala que amplifican la efectividad de sus operaciones.

Un caso destacado es el 'Holy League', una coalición de más de 70 grupos pro-rusos, pro-palestinos y otros aliados, que facilita el intercambio de conocimientos y recursos, además de la planificación conjunta, lo cual complica la defensa de las naciones objetivo frente a estas amenazas cibernéticas bien organizadas.

Aunque el hacktivismo tradicionalmente se ha centrado en objetivos ideológicos, algunos grupos han comenzado a utilizar el ransomware tanto con fines financieros como políticos. El acceso a códigos fuente de ransomware filtrados, como los de LockBit y Conti, ha permitido a los hacktivistas desarrollar sus propias variantes. Algunos, como los Cyber Partisans de Bielorrusia, emplean el ransomware para hacer demandas políticas en lugar de buscar rescates monetarios, reflejando la evolución de sus tácticas.

Además del ransomware, los hacktivistas han descubierto formas de monetizar sus actividades mediante la venta de datos obtenidos de brechas, ofreciendo cursos de formación en técnicas de hacking ofensivo, e incluso cobrando por acceso a contenido exclusivo en canales privados. Estas estrategias de monetización les proporcionan apoyo financiero para sus operaciones, permitiendo a los grupos hacktivistas mantener y ampliar sus actividades.

La captación de nuevos miembros es fundamental para estos grupos, que buscan constantemente individuos con ideologías afines. La mayoría de los reclutas son jóvenes, con edades comprendidas entre 16 y 24 años, atraídos por un sentido de nacionalismo o el deseo de combatir injusticias percibidas. Utilizan redes sociales y canales privados para difundir sus mensajes, organizar ataques y reclutar nuevos integrantes, y estas plataformas también les permiten exhibir sus éxitos, atrayendo a más seguidores y aumentando su influencia.

A medida que los grupos hacktivistas continúan evolucionando, su impacto en la infraestructura digital y en los asuntos globales se vuelve cada vez más relevante. Es necesario que gobiernos y organizaciones mantengan vigilancia constante, invirtiendo en medidas de ciberseguridad, compartición de inteligencia y cooperación internacional para contrarrestar la creciente amenaza que representan estos activistas digitales.

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