
No hay nada de malo en un tanga hecho de un teclado.
Estos artistas están dando vida eterna a la cultura tecnológica e internet de los años 2000 a través de la moda.
En diciembre de 2024, la actriz y referente de la moda Julia Fox fue vista en la calle con un cinturón que incluía un teléfono flip, cables en las uñas y un viejo Discman convertido en espejo de mano colgado de su muñeca. Aunque no fue ella quien inició la tendencia de la moda retro-tecnológica, ya que muchas celebridades y amantes de la moda en internet utilizaban iPod Shuffle Minis como clips para el cabello y auriculares con cables como collares, sí causó revuelo en las redes sociales al exhibir una colaboración inspirada en los años 2000 entre la artista franco-canadiense Gab Bois y el mercado de electrónica reacondicionada Back Market. A través de su Instagram, Fox también destacó el movimiento por el Derecho a Reparar. Esta moda refleja una nostalgia por los primeros días de la era digital, tanto en su estética como en su filosofía.
Gab Bois ya había creado joyería de lujo utilizando tarjetas SIM, un bolso diseñado como una videocámara y una paleta de maquillaje inspirada en una Nintendo DS Lite. “La tecnología era más voluminosa, más lenta, pero también más táctil y encantadora”, menciona Bois, quien percibe que, en aquel entonces, había un optimismo que hacía que todo pareciera un vistazo al futuro. Las generaciones más jóvenes, incluidos los miléniales y la Generación Z, parecen anhelar esos tiempos más simples. Las cámaras digitales de mediados de los 2000 han resurgido culturalmente y parece adecuado que clásicos dispositivos que no pueden ser usados con su propósito original sean transformados en prendas y accesorios. En Etsy, numerosos vendedores “subvierten la función por razones estéticas”, vendiendo collares de Tamagotchi, convirtiendo placas de circuito y microchips en aretes o tejiendo discos floppy viejos en bolsos.
Aunque trabajar con hardware antiguo no siempre es sencillo, la diseñadora Nicole McLaughlin, radicada en Nueva York, considera que la moda es un medio que se presta para reutilizar tecnología obsoleta. La moda avant-garde se enfoca en romper límites y redefinir lo que se considera “usado”. Por ello, se pregunta: ¿por qué no transformar un auricular en un sostén? o crear un tanga a partir de un viejo teclado? “Es divertido. Es ligero”, expresa McLaughlin sobre su trabajo, resaltando que su audiencia no busca tomar todo demasiado en serio. Sus creaciones, que son piezas de arte conceptual únicas, son más un comentario sobre la percepción del desecho y el diseño sostenible, en lugar de enfocarse en su uso práctico.
La diseñadora Myra Magdalen comparte esta visión. Al encontrar en tiendas de segunda mano teclados viejos, controles remotos, teléfonos flip y otros objetos, se siente atraída por la idea de que estos objetos desechados aún poseían potencial creativo y no tenían por qué terminar en un vertedero. “La tecnología más antigua simplemente tiene más personalidad”, afirma Magdalen, conocida por sus outfits maximalistas. A diferencia del diseño más liso y pulido de los dispositivos actuales, los de antaño incluían botones grandes y pantallas pequeñas.
Jake Olshan, fundador de la marca de streetwear Drought en Los Ángeles, crea diseños que evocan momentos nostálgicos de su infancia, recordando elementos que también fueron memorias clave para otros de su generación. En lugar de emplear reliquias físicas de los 2000 en sus prendas y accesorios, rinde homenaje a esos tiempos con collares en forma de Limewire, un bolso de Napster (realizado en colaboración oficial con la empresa) y un espejo con forma de gran iPod Nano. “La base de la marca está relacionada con sostener esa parte de uno mismo”, dice Olshan, refiriéndose a la transición de muchos en su edad hacia la vida adulta. La moda retro-tecnológica, aunque no te transporta en el tiempo, intenta capturar la esencia de una era anterior a que la tecnología y el internet se convirtieran en un negocio serio.