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No preguntes si la inteligencia artificial puede crear arte, pregúntate cómo puede ser arte.

La inteligencia artificial requiere de artistas, independientemente de lo que opine la industria.

Recientemente, el aumento de chatbots y generadores de imágenes a partir de texto ha generado preocupación entre escritores, ilustradores y músicos. Herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT y DALL-E, a pesar de ser logros tecnológicos impresionantes, tienden a producir contenido que carece de originalidad. Los artistas están inquietos por la posible pérdida de ingresos y la devaluación del proceso creativo, especialmente en un entorno donde la "IA" parece simbolizar una estética poco inspiradora y repetitiva.

A pesar de las limitaciones de su producción, los recursos de inteligencia artificial han captado la atención en la web, no tanto por la calidad de sus resultados, sino por el disfrute que las personas encuentran en el proceso de creación y compartición. Existen momentos de satisfacción al conseguir que un modelo genere imágenes inesperadas o graciosas, como cuando xAI lanzó un generador que hacía que personajes de Disney actuaran de manera inapropiada, o cuando ChatGPT contaba de forma errónea las letras en una palabra. Las creaciones de estas herramientas muchas veces abusan de la mezcla de estilos, como ver a Kermit the Frog en una obra de Vermeer.

A pesar de las inquietudes de los artistas sobre ser reemplazados por software de IA, muchos de estos contenidos no buscan evitar pagar a un creador, ni son necesariamente de uso comercial. El proceso de creación conjunta es, en realidad, el núcleo de estas interacciones. A lo largo de la historia, ha habido antecedentes del uso de algoritmos en la creación artística, desde la literatura de Oulipo en los años sesenta hasta la generación procedural en videojuegos como No Man's Sky. Ya en la era de la IA generativa, algunos exploradores están experimentando con herramientas que automatizan partes del proceso artístico tradicional.

Plataformas como Artbreeder, que existen desde antes del auge de los generadores de imágenes por IA, han ofrecido herramientas valiosas para la colaboración, aunque gran parte del contenido generado por IA se distribuye más por su novedad que por su valor estético. Sin embargo, interactuar con un sistema de IA resulta intrigante; estas tecnologías actúan como bases de datos vastas y receptivas que pueden combinar elementos de manera inesperada. Al conseguir que respondan de maneras originales, el proceso se asemeja a resolver un rompecabezas o crear algo en un videojuego.

Ted Chiang, en un ensayo, sugiere que el arte requiere tomar decisiones y comunicarse con una audiencia. Si bien muchos contenidos generados por IA se distribuyen sin intención clara, algunos proyectos destacan no tanto por el resultado final, sino por la interacción con el sistema de IA en sí. Juegos como Hey Robot y AI Dungeon 2 han mostrado cómo la interactividad puede enriquecer la experiencia, permitiendo que los usuarios colaboren y exploren de forma creativa.

Las plataformas actuales de IA también permiten a los usuarios crear sus propios bots y experiencias. Aunque el contenido emergente no siempre es innovador, tiene un potencial significativo. Las herramientas interactivas pueden hacer que los usuarios se involucren activamente en el proceso creativo, lo que puede resultar en experiencias valiosas incluso en formatos más simples.

A pesar de las preocupaciones sobre la ética en la utilización de material existente para entrenar a los modelos de IA, la distinción entre "infracción" y "arte" no siempre es clara. La historia del arte está llena de casos de apropiación y reinterpretación, y esto incluye las obras generadas por IA. Al considerar cómo algunas creaciones interactivas de IA están impulsando el diálogo sobre su naturaleza artística, es evidente que la comunidad artística aún puede desempeñar un papel crucial en la evolución de estas plataformas.

Sin embargo, las empresas de IA suelen evitar los proyectos más experimentales y arriesgados, dado el conflicto de intereses y las posibles repercusiones negativas. En este contexto, la creación de herramientas interactivas se convierte en un desafío, donde los desarrolladores deben manejar no solo sus decisiones, sino también el impacto de las reacciones del público y las limitaciones del propio sistema. La tensión entre el potencial creativo de la IA y su uso en entornos restrictivos hace difícil para los artistas confiar en estas herramientas.

A pesar de eso, el campo de la IA interactiva podría representar un camino prometedor para la unión entre la inteligencia artificial y el arte. Las experiencias interactivas pueden ayudar a visualizar las capacidades y limitaciones de estos sistemas, permitiendo a los usuarios entender que no son simplemente cajas mágicas de respuestas, sino herramientas que requieren la influencia humana. En definitiva, la inteligencia artificial necesita de los artistas para evolucionar, a pesar de que el sector de la IA aún no lo reconozca plenamente.

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