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Lo que una teoría de 160 años sobre el carbón anticipa para nuestro futuro con vehículos autónomos.

Cuando algo es fácil de usar, la gente tiende a hacerlo con mayor frecuencia.

La percepción sobre los automóviles autónomos ha comenzado a cambiar después de un complicado 2023. Cruise, el líder en la industria, que recientemente estuvo involucrado en un trágico accidente en San Francisco, ha reestructurado su dirección. Mientras tanto, Waymo está ampliando sus servicios en diversas áreas de la Bahía de San Francisco y Los Ángeles, y Tesla está prometiendo una nueva oferta de robotaxis. Aunque muchos estadounidenses siguen siendo escépticos respecto a la conducción autónoma, sus defensores insisten en que no hay motivo para temer. De hecho, vaticinan que las calles podrían estar llenas de coches autónomos que, en teoría, serían más seguros y menos contaminantes que la situación actual. Esto resulta atractivo en un país donde el transporte es la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero y donde las probabilidades de morir en un accidente son significativamente mayores que en otras naciones ricas.

Sin embargo, este argumento presenta una falacia lógica. Según un concepto del siglo XIX llamado paradoja de Jevons, incluso si los vehículos autónomos funcionaran a la perfección —lo cual es un gran “si”— podría aumentar el total de emisiones y muertes en accidentes, simplemente porque la gente los usaría más. En el siglo XIX, el carbón era esencial para el desarrollo económico. En Gran Bretaña, se debatía sobre el agotamiento de los depósitos de carbón, con algunos líderes argumentando que las mejoras en la eficiencia de las máquinas de vapor disminuirían la cantidad de carbón necesaria. Sin embargo, el economista William Stanley Jevons en su libro "The Coal Question" demostró que a pesar de estas mejoras, el uso total de carbón continuaría en aumento.

Hoy en día, la paradoja de Jevons se presenta en situaciones donde una mayor eficiencia en el uso de recursos conlleva un aumento en la demanda, contrarrestando la disminución esperada en el uso total. Por ejemplo, se ha observado que la mejora en la eficiencia de las bombillas ha llevado a un aumento en el número de luces instaladas, manteniendo así el total de energía consumida sin cambios. Este principio, fundamental en la economía ambiental, explica por qué los avances en eficiencia pueden resultar en el efecto opuesto al previsto.

En el ámbito del transporte, los proyectos de expansión de carreteras se justifican frecuentemente con la idea de que si los vehículos se mueven más rápido, serán menos contaminantes. Sin embargo, la paradoja de Jevons sugiere que si se reduce la congestión, esto podría alentar a más personas a conducir, lo que podría, a su vez, aumentar la cantidad total de emisiones.

En cuanto a los vehículos autónomos, sus defensores frecuentemente destacan los beneficios de seguridad al reemplazar a los conductores humanos con tecnología que no se distrae ni conduce bajo los efectos del alcohol o drogas. También afirman que estos vehículos reducirán el uso de energía, ya que evitarán los comportamientos de conducción que afectan la eficiencia del motor. Sin embargo, existe escepticismo sobre estas afirmaciones; los errores en la conducción por parte de computadoras son una posibilidad, y la infraestructura de software requiere una gran cantidad de energía, generando sus propias emisiones.

Si se asume que los vehículos autónomos serán más seguros y limpios que los conducidos por humanos, la paradoja de Jevons sugiere que esto no necesariamente se traducirá en una disminución de muertes en accidentes o emisiones. La disponibilidad de estos vehículos probablemente hará que las personas se sientan más inclinadas a conducir, realizando más viajes en automóvil o prefiriendo este medio de transporte en lugar de opciones como el transporte público o la bicicleta.

En resumen, la introducción de vehículos autónomos podría incrementar el tiempo total que las personas pasan dentro de sus automóviles, aumentando así el tráfico. Un estudio reciente indicó que la probabilidad de realizar viajes adicionales incrementa con la disponibilidad de vehículos autónomos, lo que podría contrarrestar cualquier mejora teórica en términos climáticos o de seguridad en comparación con un viaje similar en un automóvil conducido por un humano. Las repercusiones sociales de los vehículos autónomos podrían ser aún más negativas cuando se consideran sus efectos sobre el uso del suelo, ya que podrían incentivar a las personas a mudarse a zonas suburbanas, donde los trayectos en coche son más extendidos.

A medida que la tecnología avanza y se despliega en más ciudades de EE. UU., aún quedan muchas preguntas sobre el impacto colectivo de los vehículos autónomos. Mientras las empresas dedican enormes inversiones en su desarrollo, es incierto cuán seguras y eficientes podrían llegar a ser. No obstante, la paradoja de Jevons plantea una cuestión crucial: ¿cuánto más se incrementará la conducción debido a los vehículos autónomos, y superarán esos kilómetros adicionales cualquier posible ventaja?

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