Cover Image for Bienvenidos a la era de la regulación tecnológica del crimen organizado.

Bienvenidos a la era de la regulación tecnológica del crimen organizado.

Trump ha propuesto a la industria tecnológica una forma de evitar las repercusiones de sus acciones.

La toma de posesión de Donald Trump está marcada por un ambiente de ostentación y controversia, donde las acciones de numerosos donantes ricos ponen de manifiesto una preocupante corrupción gubernamental. Aunque se ha señalado que el equipo de Trump carecía de entradas VIP suficientes para sus principales contribuyentes, el verdadero trasfondo muestra una dinámica más inquietante que simplemente la falta de privilegios. Este fenómeno resalta cómo las grandes corporaciones y sus magnates buscan obtener acceso y ventajas, como una especie de transacción que refleja una falta de responsabilidad hacia el electorado.

Entre los nombres más destacados se encuentra Elon Musk, quien invirtió mínimo 250 millones de dólares en la campaña de Trump, junto con significativas contribuciones de empresas como Amazon, Google, Uber, Microsoft y Meta, que donaron un millón de dólares cada una para la inauguración. La atmósfera de camaradería se intensifica, ya que muchos de estos ejecutivos, incluido Musk, se reunirían con figuras políticas clave, enfatizando un cambio en las relaciones: "En el primer mandato, todos estaban en mi contra; en este segundo, todos quieren ser mis amigos", comentó Trump.

Sin embargo, el entorno de Silicon Valley no es solo una búsqueda de amparo, sino también la expresión de un marcado descontento por las consecuencias sociales de sus productos. Mientras tanto, la industria del criptoactivos busca ganar terreno ante un entorno regulatorio que podría ser favorable con la administración actual. Se habla de inversiones millonarias por parte de actores en el sector, quienes desean que la Comisión de Bolsa y Valores tenga un trato más amistoso con ellos. A su vez, el posible nombramiento de un "zar del cripto" y una orden ejecutiva que priorice esta industria indican que el apoyo del gobierno podría estar a la vuelta de la esquina.

El tema de la evasión fiscal y los recortes impositivos para los megarricos se entrelaza con la agenda de Trump, enfatizando que hay un interés manifiesto en mantener las ventajas fiscales. El nominado para Secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha señalado que esto es crucial para la economía, lo que sugiere que sacar provecho de la privatización y el gasto militar representa una mina de oro aún mayor para el sector tecnológico. Inversiones en defensa y acuerdos con el Departamento de Defensa son motivo de orgullo para figuras como Marc Andreessen, quien está moviendo influencias en el ámbito de la defensa y contrataciones corporativas.

Si bien las interacciones y las alianzas pueden parecer tácticas pragmáticas, muestran una suerte de confusión y rivalidad entre las figuras tecnológicas. Zuckerberg busca ventajas a expensas de otros competidores, mientras que Bezos y Musk compiten en la carrera espacial, lo que refleja una antiquísima dinámica de "todos contra todos" que podría resultar en un desenlace caótico.

En definitiva, la toma de posesión de Trump no solo es una celebración política, sino también un reflejo del tejido complejo de relaciones entre el poder empresarial y la máxima autoridad del país. Esta relación simbiótica, en la que los multimillonarios tratan de asegurar su inmunidad ante la regulación y la crítica pública, plantea interrogantes sobre el futuro y la salud democrática del país en un contexto donde las decisiones parecen responder a los intereses de unos pocos en detrimento del bien común.