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Deliver At All Costs es un homenaje caótico a Grand Theft Auto 2.

Deliver At All Costs rinde homenaje a los clásicos juegos de Grand Theft Auto, combinando una buena dosis de comedia vehicular desenfadada.

Konami se encuentra en un periodo activo con varios proyectos en desarrollo, destacando remakes prometedores de Silent Hill 2 y Metal Gear Solid 3: Snake Eater. Sin embargo, estos no son los únicos títulos que la compañía está preparando. En los últimos años, Konami ha decidido revitalizar su enfoque de publicación, integrando también títulos originales de estudios independientes, como el reciente CYGNI: All Guns Blazing.

Uno de los proyectos menores que no debe pasarse por alto es Deliver at All Costs, el primer juego de Far Out Games. Este título es un homenaje caótico a los clásicos juegos de Grand Theft Auto, especialmente a GTA 2, pero con un giro más humorístico. Ambientado en una América de los años 50 alternativa, el juego sigue las aventuras de Winston Green, un joven de campo que se convierte en repartidor con una camioneta en mal estado. Aunque la premisa suena sencilla, la acción se desarrolla en el tranquilo pueblo de St. Monique, donde cualquier cosa puede ser destruida.

Durante una demostración reciente de 90 minutos de Deliver At All Costs, quedó claro que el juego se perfila como una comedia vehicular única. En esta entrega, los jugadores deben realizar entregas cada vez más extravagantes a bordos de una vieja camioneta. Este concepto se deriva de una versión anterior de Deliver At All Costs, creada como un proyecto estudiantil por algunos miembros del equipo de Far Out Games, que luego fue lanzada gratuitamente en itch.io, atrayendo la atención de la prensa especializada y, finalmente, de Konami.

En esta nueva versión, que promete expandir el concepto original, los jugadores disfrutarán de más de 10 horas de aventura con un enfoque narrativo y misiones diseñadas a mano. La aventura comienza cuando Winston escucha un anuncio en la radio buscando un repartidor, así que se dirige a la empresa, solo para enterarse de que el anuncio estaba obsoleto. Aun así, la empresa le ofrece una oportunidad, y a partir de ahí, surgen tareas absurdas que convierten la conducción en una hilarante batalla contra la física.

Durante mi demostración, uno de los primeros retos consistió en transportar una caja de fuegos artificiales. Tan pronto como presioné el acelerador, el caos se desató: los fuegos artificiales comenzaron a explotar detrás de mí, mientras que vehículos volaban por los aires justo frente a mi camino. Lo impactante del juego es que todo en el entorno es destructible; puedo chocar con cualquier edificio y verlo reducirse a escombros.

A medida que avanzaba en la demostración, las misiones se volvían cada vez más locas. En un desafío, debía conducir por la ciudad con una cama de mi camioneta llena de sandías, que rebotaban y se derramaban si aceleraba demasiado. Además, si impactaba a un peatón, existía el riesgo de que se enojara y comenzara a golpear mi vehículo, complicando aún más mi misión y añadía un toque de tensión cómica.

St. Monique se presenta como un espacio sandbox impredecible, donde los accidentes emergen de forma natural. Por ejemplo, una misión requería que transportara un pez marlin vivo; su movimiento repentino hacía que mi camioneta se sacudiera, y debía mantenerlo tranquilo con barriles de comida para peces. Si no lo lograba, el marlin escapaba, obligándome a reiniciar la misión. Estas situaciones se convirtieron en los momentos más memorables, aportando un humor más natural que el diálogo algo tosco que se presentó en la demostración.

A pesar de algunos defectos en el aspecto de la presentación, como una actuación de voz algo robótica que parecía ser un audio provisional, hay buenas razones para esperar que el juego se pulirá antes de su lanzamiento. Deliver At All Costs logra ser nostálgico al mismo tiempo que aporta un enfoque innovador. Este tipo de creatividad es un recordatorio de lo que los grandes editores solían hacer con más frecuencia, sugiriendo que la industria puede estar comenzando a apreciar nuevamente el valor de los juegos más pequeños.

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