Las tendencias de TikTok generan enormes filas en la vida real. No te dejes llevar por la moda.
No muy ordenado.
Las filas son una constante en nuestra vida diaria: en el supermercado, el DMV o en tiendas como Target durante el fin de semana. Sin embargo, ha habido un tiempo en que las filas eran vistas como algo negativo. A pesar de que nadie disfruta esperar, hemos permitido que se conviertan en una parte significativa de nuestra vida. En muchos casos, diría que la espera se ha transformado en el atractivo principal, más que un simple inconveniente.
Cuando se escucha sobre esos lugares o productos que todos recomiendan, como el mejor croissant o una venta exclusiva, es común que implique esperar en una larga fila. La influencia de internet ha permitido que esto se convierta en una norma. Plataformas como Facebook, Instagram y TikTok han simplificado nuestra experiencia en el mundo real, convirtiéndola en un reflejo de lo que está de moda. Este fenómeno ha llevado a una cultura de filas desmedida.
Tomemos como ejemplo a El Califa de León, la única taquería con estrella Michelin en Ciudad de México, que abrió un pop-up en Nueva York. Este evento generó largas esperas motivadas en gran parte por la atención en redes sociales, aunque múltiples reseñas fueron poco entusiastas. La línea resultante era lo que realmente importaba.
En mi vecindario, la Taqueria Ramirez también experimentó el mismo fenómeno. Se volvió popular tras aparecer en el listado de los 100 mejores restaurantes del New York Times. Eso trajo consigo un incremento en la afluencia de clientes, haciendo que esperar hasta 45 minutos por unos tacos se volviera la norma, a pesar de que su sabor seguía siendo espectacular. Sin embargo, cuando la taquería dejó de estar en el listado, las filas disminuyeron casi a la mitad. Curiosamente, la calidad no cambió; simplemente, ya no era un punto de interés en las redes.
La cultura de las filas ha crecido tanto que hay personas que ganan dinero sólo por hacer fila en ventas especiales. La obsesión por capturar un momento perfecto, como un selfie con la Mona Lisa, ha llevado al Louvre a replantearse la manera en que exhibe su obra. Eventos como los conciertos de Taylor Swift también muestran esta tendencia, con fanáticos llegando con varias horas de antelación para comprar productos de la gira.
Este fenómeno no es privativo de una ciudad. Pequeñas localidades, como un pueblo en Vermont, se han visto abrumadas por influencers que acuden en masas a captar imágenes de su belleza natural, desencadenando problemas por el tráfico y la afluencia de visitantes.
Así que aunque seguiré esperando en filas por mis tacos favoritos, quizás la próxima vez que escuche de un nuevo "must-try", debería dejar que otros se aventuren en esa espera.