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Me equivoqué sobre la Neutralidad de la Red (Q.E.P.D.) y eso podría ser una buena noticia.

El mundo gira sobre su propio eje.

Hace ocho años, se anticipó una posible crisis respecto a la Neutralidad de la Red, que había surgido recientemente y que fue eliminada por la administración Trump en 2017. En su momento, se consideró que esto marcaría un fin para la libertad en Internet y se detallaron las consecuencias negativas que podría acarrear. Sin embargo, tras una decisión de un tribunal de apelaciones federal que desestimó los intentos de la administración Biden por reestablecer la Neutralidad de la Red, se reconoce que tal vez no era la solución que se pensaba.

La Neutralidad de la Red busca garantizar que todos los datos que llegan a los usuarios sean tratados por igual por parte de los proveedores de servicios de Internet (ISP), impidiendo que se privilegie cierta información sobre otras. Esta idea de no discriminación busca proteger la libertad de expresión y asegurar que diversos puntos de vista tengan la oportunidad de ser escuchados.

Sin embargo, la aplicación de la Neutralidad de la Red se basa en una interpretación de la Ley de Telecomunicaciones de 1934 que originalmente se diseñó para las empresas telefónicas, no para los proveedores de banda ancha. La corte determinó que las agencias federales como la FCC no podían reinterpretar las normativas de forma arbitraria, resultando en un marco donde los ISP no están obligados a seguir estas reglas, y la Neutralidad de la Red se considera "muerta".

Desde entonces, el internet ha estado funcionando sin estas regulaciones durante varios años. Las predicciones de lo que podría suceder incluían el fin del contenido en línea de calidad, la desaparición de opciones asequibles y la dificultad para encontrar sitios favoritos, entre otros. Sin embargo, muchos de estos cambios han ocurrido, aunque no necesariamente por causa de la falta de Neutralidad de la Red, sino debido al creciente poder de las grandes empresas tecnológicas sin regulación adecuada.

Por ejemplo, plataformas como Google están cambiando la manera en que se accede al contenido, afectando a pequeños sitios independientes que enfrentan dificultades para ser visibles frente a los gigantes mediáticos. Además, el costo del contenido ha aumentado, impulsado por la competitividad entre servicios de streaming, lo que ha generado un incremento en los precios y restricciones como las limitaciones en el uso compartido de contraseñas. Estos cambios parecen estar más relacionados con las dinámicas internas de las plataformas de streaming que con el papel de los ISP.

Los ISP, en efecto, enfrentan una menor capacidad de control sobre la experiencia en línea en comparación con las plataformas de redes sociales, que han tenido serios problemas para gestionar el discurso y la información. Esto resalta la necesidad de una regulación más amplia y efectiva que aborde los desafíos del mundo digital actual, en lugar de intentar adaptar regulaciones antiguas a una realidad moderna.

Se concluye que el problema de la Neutralidad de la Red es solo una parte de un panorama digital más complejo. Se sugiere que es momento de formular una regulación que contemple las necesidades actuales de igualdad, justicia y acceso a un internet de alta velocidad para todos.