Cómo SpaceX se convirtió en el MyPillow de los contratistas gubernamentales.
Le echo la culpa a la NASA.
Observar la transformación de Elon Musk ha sido, sin duda, un espectáculo intrigante. En los últimos meses, su comportamiento ha generado una serie de acontecimientos desafortunados que van desde comentarios inquietantes sobre asesinatos hasta afirmaciones absurdas como que su propio hijo fue “asesinado” por un “virus mental despierto”. Muchas personas han interpretado esto como un signo de radicalización política, pero también se puede ver un cálculo empresarial detrás de sus acciones.
Musk ha encontrado la manera de aprovechar las guerras culturales a su favor. Su enfoque parece centrarse en que su única prioridad es hacer lo que le plazca. Sus recientes declaraciones políticas parecen estar directamente vinculadas a sus intereses económicos. Al igual que Donald Trump, ha llegado a la conclusión de que es sencillo estafar a los votantes republicanos, una estrategia que conlleva recompensas y escasas consecuencias.
A primera vista, la idea de un empresario que se plantea alienar a un partido político crucial puede parecer insensata. Musk ha dependido históricamente de subsidios y contratos gubernamentales. Sin embargo, parece que ha comprendido cómo las tensiones culturales pueden servirle. La trayectoria de SpaceX incluye numerosas demandas contra el gobierno, como las que presentó en 2005 acusando a Boeing y Lockheed Martin de comportamientos anticompetitivos. A pesar de las circunstancias, estas acciones le han proporcionado al empresario más oportunidades de contratos gubernamentales, convirtiéndose en una característica distintiva de su empresa.
Existen paralelismos notables con el enfoque de Donald Trump, quien ha nombrado a numerosos jueces federales durante su mandato. Esta intersección entre los intereses personales de Musk y el panorama judicial actual podría jugar a su favor, ya que los jueces designados podrían respaldar sus iniciativas.
El estado de Texas ha mostrado un interés particular en Musk. Durante su adquisición de Twitter, el fiscal general de Texas lanzó una investigación sobre la cantidad de bots en la plataforma, lo que se alineó convenientemente con los argumentos de Musk para intentar salir de la compra. Además, un juez en Texas, con conexiones a Tesla, ha impulsado una demanda de Musk contra Media Matters for America.
Por otro lado, SpaceX recibió casi 900 millones de dólares en subsidios para banda ancha rural durante la administración de Trump, una financiación que fue revertida en 2022 por la FCC del gobierno de Biden, lo que ha llevado a una investigación por parte de los republicanos.
La política de la guerra cultural ha sido usada históricamente para motivar a una base de votantes que, generalmente, muestra poco interés en las asignaciones gubernamentales. Musk parece haber aprendido de esta táctica y se posiciona para beneficiarse de ella.
Es una realidad que las creencias políticas genuinas tienden a ser más comunes entre aquellos con formación en política. En cambio, quienes como Musk se preocupan más por el poder se ven impulsados a manifestar opiniones extremas, pero sin consecuencias negativas. Su relación con la NASA ilustra esto; a pesar de su comportamiento poco convencional, sabe que no habrá repercusiones.
Musk cree que mostrarse como un aliado republicano podría ser más beneficioso que permanecer neutral, asumiendo que los demócratas no le reprocharán por ello. Esta situación permite que cualquier controversia sobre el daño ambiental de SpaceX o sobre las condiciones laborales en Tesla sea desestimada como un ataque político.
Incluso en su gestión de la plataforma social que alguna vez fue Twitter, ha buscado construir un argumento de valor para una compañía que ha trastocado considerablemente. Su estrategia parece ser que, si X fracasa, podrá culpar a la "izquierda radical". Gracias a sus contactos, incluso podría llevar a juicio a quienes critiquen su gestión.
A pesar de su aparición en el mitin de Trump, que provocó una serie de análisis y memes, la clave para comprender las convicciones políticas de Musk radica en lo único que realmente le interesa: el dinero.