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Cuatro motivos que demuestran que una conexión por cable es más segura que el wifi.

A pesar de que el Wi-Fi resulta conveniente, una conexión por cable proporciona una mayor seguridad al prevenir hackeos, intercepciones y ataques ocultos.

La tecnología sin cables, como Wi-Fi y Bluetooth, ha transformado nuestras vidas al permitir conexiones sin la necesidad de cables, facilitando así la comunicación en diversas ubicaciones. No obstante, en términos de seguridad, las conexiones por cable todavía mantienen una ventaja significativa. A pesar de la conveniencia de la conectividad inalámbrica, existen riesgos que las conexiones por cable logran evitar, lo que explica la preferencia de algunos por esta última opción.

Una de las principales ventajas de las conexiones cableadas es que no exponen señales en el aire que puedan ser interceptadas. Las redes inalámbricas transmiten información a través de ondas de radio que pueden atravesar muros, lo que las hace susceptibles a ataques maliciosos. Entre estos ataques se incluyen el espionaje de datos, donde los hackers interceptan información sensible como contraseñas; los ataques de hombre en el medio, que implican que un atacante se inserte en la comunicación entre dispositivos para acceder o modificar datos; y la creación de puntos de acceso falsos, donde ciberdelincuentes engañan a los usuarios para que se conecten a redes Wi-Fi fraudulentas con el fin de robar sus credenciales.

A diferencia de las redes inalámbricas, una conexión por cable transmite los datos a través de un cable físico, lo que dificulta la interceptación de la información. Además, hackear una red cableada es considerablemente más difícil. Para comprometer una red inalámbrica, basta con estar dentro del perímetro de señal; en cambio, un atacante necesitaría conexión física al router o a un punto de red, lo que representa varias barreras. Entre estas se encuentran el acceso restringido, ya que no se puede conectar sin presencia física; la necesidad de herramientas especializadas, que requieren conocimientos técnicos avanzados; y el mayor riesgo de ser detectado, ya que es más sencillo notar a alguien que físicamente conecta un cable que captar un ataque invisible de forma inalámbrica.

Otro aspecto crítico es que los intentos de hacking en las redes cableadas suelen dejar evidencia física. Mientras que un hacker puede irrumpir en una red inalámbrica sin dejar huellas visibles, en una red por cable, cualquier intento de intrusión implica el uso de dispositivos que requieren conexión física, facilitando así su detección. Por ejemplo, dispositivos de intercepción pueden usarse para capturar datos pero su inclusión es detectable mediante una inspección visual, al igual que periféricos modificados.

Cuando se trata de configuraciones de seguridad, las redes cableadas requieren menos atención. Asegurar una red inalámbrica implica establecer múltiples parámetros, incluyendo el cifrado de datos adecuado, el uso de contraseñas seguras y la prevención de redes abiertas. En contraste, las redes por cable no exponen señales y no presentan configuraciones que podrían dejar una puerta abierta a vulnerabilidades, simplificando así el proceso de seguridad y reduciendo los riesgos asociados.

Esto no indica que deban evitarse las tecnologías inalámbricas. Estas son muy útiles y, si se configuran de manera adecuada, pueden ser seguras. Sin embargo, si se maneja información sensible o se busca una seguridad absoluta, optar por una conexión por cable es la opción más recomendable. La mejor estrategia sería combinar ambas tecnologías: utilizar redes cableadas para dispositivos críticos y Wi-Fi para la comodidad de dispositivos móviles, obteniendo así lo mejor de ambos mundos sin sacrificar la seguridad.